

¿Alguna vez has sido feliz? pregunta Samanta a Marlene Huanuco, que no recuerda si alguna vez lo ha sido... no sabe lo que significa.
Era de esperar que algún dia nos mostrasen en primetime lo mucho que tenemos de animales y lo poco de humanos que nos queda.
21 días en la mina nos transportó hasta Bolivia. A una inhóspita región a 4500 metros, Morococala, en la que Marlene y otros muchos pican en las entrañas de la que fue una de las minas de estaño más ricas del país. Con palabras es dificil de describir la situación de estas familias, a 160 metros bajo la superficie, arañan unas paredes apunto de derrumbarse, saca barro donde con suerte quedan unos gramos del mineral, para poder dar de comer a sus 4 hijos.
La otra opción es partir piedras a ver que encuentran, labor del resto de las mujeres, muchas viudas de la mina. No hay nada más, ni rios, ni plantas, ni ganado. Nada.
360 bolivianos (34 euros) consigue al mes por 14 horas del peor trabajo imaginable. 34 euros de mierda que le dan para poder ducharse una vez al mes, o comprar un libro fotocopiado para que sus hijos puedan estudiar en la escuela. Para nada más.
Y nosotros, desde nuestro lujo desmesurado lo vemos en la distancia, alucinamos con esas vidas, juramos que no nos quejaremos más después de ver eso, pero dejamos que la gran parte de la humanidad viva en esas condiciones. Terminamos de ver el programa, apagamos la calefacción y nos metemos en la cama, y ya ni pensamos en lo que hemos visto.
Necesitamos ver la realidad para sentirnos afortunados, en vez de sentirnos avergonzados e intentar cambiar un mundo que da asco. Seguimos en nuestro mundo artificial, y ellos siguen muriendo de hambre. Literalmente.
Y Samanta le pregunta a Marlene si no ha pensado en la prostitución, no, nunca, mientras tenga fuerzas jamás lo hará. Muestra de ética sobrehumana. La mínima que debería haber tenido la cadena cuatro, al poner como patrocinador del programa a Caja Madrid y su depósito a plazo fijo, unos quejándose de la décima de más o de menos, mientras en el mismo mundo sacrifican su vida por centimos.
Somos cuervos transistorizados, sin duda.
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