
Disfrutar de la vida, de las pequeñas cosas, del hacer frente al tener... Tiempo, equilibrio vital, paz, reparto de recursos, coexistencia... Bonita filosofía del siglo XXI. ¿Pero quién se lo cree? Yo no.
Bob no es cualquier persona, es la masa, la inmensa clase media de los países ricos, trabajadores cuya vida se ha convertido en una rueda de trabajo y sustento de las altas esferas. Cuasi robots que creen tener una vida propia y no son más que un mecanismo para el enriquecimiento de unos pocos, y lo mejor para éstos, que ni se dan cuenta de lo que realmente son. Y esa clase poderosa tiene miedo. Con su mercado en declive y con la amenaza de convertirse en el nuevo tercer mundo, una Europa y América dependiente de unos pocos países, la denominada “Chindia” y nuestros grandes enemigos (o eso nos hacen creer), los países árabes.
Ya se ha asumido que no podemos vivir sin ellos, que no somos nadie ni podremos competir con su potente mercado, que cada dia iremos siendo más pobres. Pues unámonos. Divulgemos un nuevo tipo de vida, seamos solidarios, seamos conformistas con lo que tenemos pero no azucemos a la masa, démosles un nuevo aliento, una nueva ideología. El dinero y la posesión ya no sirven, no podemos ser más ricos y nuestro poder cada vez es menor, inculquemos el nuevo consumidor, el consumidor inteligente, que se tenga que conformar con comprar en Zara o Ikea pero que sea igual de feliz que el que tiene su casa llena de antiguedades, que viaja en su jet privado y que no pisa el suelo del resto.
Tema aparte la otra gran alección de nuestros días, el cambio climático, no contaminar unido a la disminución del uso de recursos, una gran campaña mediática en la que no se dice toda la verdad. Es mejor obviar los ciclos solares y su influencia en el clima, así como su repercusión de igual forma en otros planetas, o remontarse a la historia para encontrar etapas similiares. Pero hace efecto, la población se une con un objetivo, y los gobiernos aprovechan para realizar oscuros acuerdos económicos, la mayoría ocultos para la población, con la justificación del miedo de la sociedad, Kioto trata de la economía, de allanar el campo de juego para los grandes negocios a escala mundial, ni más ni menos.
Se nos dice que el consumidor tiene el poder, lo oimos en innumerables ocasiones, nos lo inculcan en la universidad, en libros como Bob nos lo reiteran, pero no es real. El consumidor sigue las directrices que se les marca, el poder lo tienen los medios, inteligentemente controlados para alienar cada vez más a una población aborregada y, aunque sea una falta de respeto, tonta.
Lo ético ya no responde al significado del término. La ética se ha convertido en una herramienta más de marketing, se ha cruzado la línea de los sentimientos para vender productos, lo que ya está provocando problemas a la gente, compras compulsivas, anorexia, etc. La incomodidad de ver lo que en países pobres hacen nuestros dirigentes y empresarios nos ha llevado a sentir aflicción por las desgracias de sus gentes, y a sentirnos solidarios, pero no lo somos. Somos títeres que realmente no movemos ni un dedo por cambiar las cosas, población tonta.
Y lo peor de todo es que funciona. Que lo supuestamente ético vende, que la mayoria de la gente no se plantea nada y que les da igual dejar un mundo “lleno de mierda” a las sucesivas generaciones. Que la palabra revolución murió hace mucho y que el conformismo se ha convertido en la peor enfermedad que nos podía tocar. Los escrúpulos no existen, nos dicen que el dinero no es lo importante, pero para los que nos lo dictan lo es... Mundo hipócrita...
Bob no es cualquier persona, es la masa, la inmensa clase media de los países ricos, trabajadores cuya vida se ha convertido en una rueda de trabajo y sustento de las altas esferas. Cuasi robots que creen tener una vida propia y no son más que un mecanismo para el enriquecimiento de unos pocos, y lo mejor para éstos, que ni se dan cuenta de lo que realmente son. Y esa clase poderosa tiene miedo. Con su mercado en declive y con la amenaza de convertirse en el nuevo tercer mundo, una Europa y América dependiente de unos pocos países, la denominada “Chindia” y nuestros grandes enemigos (o eso nos hacen creer), los países árabes.
Ya se ha asumido que no podemos vivir sin ellos, que no somos nadie ni podremos competir con su potente mercado, que cada dia iremos siendo más pobres. Pues unámonos. Divulgemos un nuevo tipo de vida, seamos solidarios, seamos conformistas con lo que tenemos pero no azucemos a la masa, démosles un nuevo aliento, una nueva ideología. El dinero y la posesión ya no sirven, no podemos ser más ricos y nuestro poder cada vez es menor, inculquemos el nuevo consumidor, el consumidor inteligente, que se tenga que conformar con comprar en Zara o Ikea pero que sea igual de feliz que el que tiene su casa llena de antiguedades, que viaja en su jet privado y que no pisa el suelo del resto.
Tema aparte la otra gran alección de nuestros días, el cambio climático, no contaminar unido a la disminución del uso de recursos, una gran campaña mediática en la que no se dice toda la verdad. Es mejor obviar los ciclos solares y su influencia en el clima, así como su repercusión de igual forma en otros planetas, o remontarse a la historia para encontrar etapas similiares. Pero hace efecto, la población se une con un objetivo, y los gobiernos aprovechan para realizar oscuros acuerdos económicos, la mayoría ocultos para la población, con la justificación del miedo de la sociedad, Kioto trata de la economía, de allanar el campo de juego para los grandes negocios a escala mundial, ni más ni menos.
Se nos dice que el consumidor tiene el poder, lo oimos en innumerables ocasiones, nos lo inculcan en la universidad, en libros como Bob nos lo reiteran, pero no es real. El consumidor sigue las directrices que se les marca, el poder lo tienen los medios, inteligentemente controlados para alienar cada vez más a una población aborregada y, aunque sea una falta de respeto, tonta.
Lo ético ya no responde al significado del término. La ética se ha convertido en una herramienta más de marketing, se ha cruzado la línea de los sentimientos para vender productos, lo que ya está provocando problemas a la gente, compras compulsivas, anorexia, etc. La incomodidad de ver lo que en países pobres hacen nuestros dirigentes y empresarios nos ha llevado a sentir aflicción por las desgracias de sus gentes, y a sentirnos solidarios, pero no lo somos. Somos títeres que realmente no movemos ni un dedo por cambiar las cosas, población tonta.
Y lo peor de todo es que funciona. Que lo supuestamente ético vende, que la mayoria de la gente no se plantea nada y que les da igual dejar un mundo “lleno de mierda” a las sucesivas generaciones. Que la palabra revolución murió hace mucho y que el conformismo se ha convertido en la peor enfermedad que nos podía tocar. Los escrúpulos no existen, nos dicen que el dinero no es lo importante, pero para los que nos lo dictan lo es... Mundo hipócrita...
Que pena de sociedad.
(para los que no lo sepan, Bob es un libro sobre la nueva publicidad, por aclarar)
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